lunes, 2 de marzo de 2009

Téa Leoni en "¡Me ha caído el muerto!"

“ME DUELE CUANDO SONRÍO.”

(No se nos ocurre mejor definición para explicar lo que se siente viendo esta pequeñita, pero bastante simpática, comedia de David Koepp. Y la definición es perfecta porque cubre las dos caras del film: la negativa y la positiva. Comencemos por las malas noticias: ¡Me ha caído el muerto! -traducción (?) supuestamente graciosilla de Ghost Town- es, efectivamente, una comedia tristona la mayor parte de su metraje: le falta ritmo en muchos de sus gags y no acaba de encajar el vitriolo aportado por Ricky Gervais con lo retromirada hacia ese cine de pureza naif que reivindica el director. Ciertamente, el rollete "buen samaritano" que se apodera de la parte final de la cinta puede indigestarse un poco.

Pero entonces llegan las buenas noticias y, bueno, en cierto modo se matiza ese tufillo ranciote y previsible que desprende la rehabilitación moral de este dentista egoísta. Nuestro hombre, en contacto con fantasmas de gente muerta, descubrirá que vivir es bello si se comparte con los demás. Dicho así da un poco de grima, ¿no? Pues tranquilos: esta enésima mirada al espíritu de Capra consigue no caer del todo en lo superficial porque, al acabar la película, permanece ese regusto amargo que también describe la frase de Leoni escogida para encabezar este texto. Un regusto amargo que nace de haber reído con las meteduras de pata de Gervais, pero sobre todo de haber empatizado con su soledad, con su condición de fantasma en vida que, tal y como indica el título original de la cinta, habita esa ciudad espectral, hiperpoblada, pero en realidad muy solitaria llamada Manhattan. Ciudad, por cierto, que también computa en la casilla de logros del film: sigue siendo uno de los decorados más bonitos del mundo y Koepp saca buen partido de sus atmósferas, eternamente ancladas en los años 40, sin caer en la postalita turística.

Y, para acabar, otro elemento fundamental para hacernos sonreír con tristeza: el buen trabajo del reparto. Los enfrentamientos verbales entre el trío protagonista son lo mejor de la propuesta. Además, Ricky Gervais evita encasillarse sin, por ello, renunciar al estereotipo creado por él mismo en la serie televisiva The Office. Junto al siempre eficaz Greg Kinnear y a la refrescante Téa Leoni, Gervais da aliento a una cinta modesta, pero recorrida por más vida que muchos de esos grandes títulos que se pasean por nuestras ghost screens.)

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