miércoles, 11 de marzo de 2009

Malin Akerman en "Watchmen"

"¡BASTA YA DE CHORRADAS!"

(Entre los atributos superheroicos de Espectro de Seda no se encuentra la telepatía, pero en este caso la chica parece leernos el pensamiento. Durante una excursión por Marte, ha de aguantar los delirios místico-filosóficos del Dr. Manhattan y ella, que prefiere la acción, le espeta la fracesita que hemos escogido para hoy y que resume a la perfección la totalidad de Watchmen: una chorrada interminable.
Según leemos en algunas partes, hemos de disculpar al director Zack Snyder su desliz ya que la tarea de llevar al cine el genial, enciclopédico, sugerente y revolucionario cómic de Moore y Gibbons era, ya desde su planteamiento, un reto imposible. No estamos de acuerdo: nada es imposible de adaptar a otro medio si se hace creativamente, y Snyder, creativo lo que se dice creativo, no lo es. Atrapado nuevamente por las formas, se olvida o, más bien, es incapaz de encontrar el fondo de la historia, y de este modo, como en 300, nos propone un desfile de postalitas visualmente bonitas pero con un asfixiante tufillo a acartonamiento.
Muestra palpable del fracaso de su propuesta es que, además de aburrir (¡qué mustio que es todo!), despoja a estos superhéroes con crisis de identidad de cualquier tipo de carisma. Sus problemas familiares no pasan del culebrón de sobremesa, y sus reflexiones sobre la justicia tienen menos empaque que una conferencia de Aznar en inglés.
Eso sí, todo supura trascendentalismo, grandiosidad y colosalismo. Características que, lejos de ser una apuesta estética o narrativa, se convierten en claros recursos para ocultar la nadería que recorre toda la cinta. Snyder se ha perdido en el tupido bosque del cómic y así se pasa tres horas: sin saber realmente qué quiere contarnos, si la vida vulgar de unos seres extraordinarios, si las sombras de la naturaleza humana, o si la búsqueda de un asesino de superhéroes. Y tan despistado va el pobre que cuando pretende engrasar su defectuosa maquinaria de relojería con algunas gotitas de humor, la hecatombe es total: esa nariz que le han puesto a Nixon o la ridícula sastrería de los superhéroes quizás busquen algo de ironía, pero en medio de esta cinta sin brújula ni tono definido, dan simplemente risa y no encuentran su lugar entre tanta impostación y frases grandilocuentes. Por momentos, y obviando (o no) su apego a la filosofía chorra, uno no sabe si está viendo Watchmen o Superhero Movie II. ¿O es que quizás todo es una broma gigantesca y no hemos pillado el chiste?)

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