martes, 23 de junio de 2009

Taquilla española del 19 al 21 de junio

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Fuente: www.boxoffice.es

viernes, 19 de junio de 2009

¿Hacemos una porno?

DJ MALIGNO Y SKATE DOCTOR HABLAN DE CINE

DJM: Hey, man! ¿Has visto la última del Kevin Smith? Lo flipas, tío, lo flipas.
SD: Sí, macho. Me moló mogollón eso de montarte una peli porno con los colegas.
DJM: Además, mola más que el peñazo ese que el Smith hizo con la J.Lo. La tía está muy buena, pero para un polvete, ya me entiendes, que luego seguro que se pone empalagosa, empieza a rayarte con eso del amor, y que si me quieres, que si no... y al final te da la rave.
SD: Bueno... sí... esto, quizás tengas razón... pero la verdad es que a mi me pareció que la última del Kevin Smith, en el fondo tampoco se diferencia tanto del pestiño ñoño que hizo antes con la Jennifer...
DJM: Joder, Skate, que polémico y cahierista te pones cuando esnifas pegamento.
SD: Es que, no me digas, pero lo de la historia de amor del gordo y la rubiales, que viven juntos pero no follan, me rayó un poco. Sobre todo cuando se plantean que si follan tendrían que quererse y vivir juntitos, y toda la mandanga. Como si el cuerpazo de escándalo de la piba no fuese suficiente motivo para cepillársela. No sé, man, que todo me sonó un poco a mensaje del Videla ese.
DJM: ¿Videla? Será Varela. Rouco Varela.
SD: Eso, tío... es que el Imedio me pone del revés.
DJM: ¿Sabes cuál es tu problema, Skate?
SD: ¿...? (Mirada perdida, entre intrigada y absorta. Mirada de esnifador de pegamento, vaya).
DJM: Que le das demasiado al tarro. ¿Qué importa que se tengan que querer y todo eso? Al final, lo que importa es que dicen guarradas...
SD: Eso, eso, guarradas.
DJM: Y se ven tetas...
SD: Eso, eso, tetas.
DJM: Y algún coño.
SD: Sí, si, coños. ¡Y una polla!
DJM: .....
SD: .....
DJM: Ehem (apoyando la espalda y el culo a la pared, como una lapa). Y, bueno, pues que tiene su coña lo de intentar hacer una versión porno de Star Wars.
SD: Sí, tío, la coña con Star Wars tiene guasa. Aunque ya cansa un poco. Sale en todas las películas del Smith...
DJM: Tú sí que eres cansino, macho. Pues pa que lo sepas, lo de Smith con Star Wars se llama "seña de identidad del autor". Son detallitos para enteraos, como lo de contratar a la Traci Lords o lo de comprar por Amazon y chatear y to eso moderno de ahora. Joder, deberías saber de estas cosas. ¿Tú no eres el que compra cada mes el Fotogramas?
SD: Sí, pero no lo leo. Lo uso para montar las papelinas. Tiene un papel tan satinadito...
DJM: Bueno, es igual. Tú te lo has pasao bien en el cine, ¿no?
SD: Mmmmm, sí.
DJM: Pues eso es lo que cuenta. ¿Para qué quieres pelis de esas que no se mueve la cámara y le has de dar la vuelta al coco? El Smith hace cine pa divertirse, que es lo importante en esta vida. Vale que últimamente le ha salido una vena un poco rancia, pero, joder, ¿en cuántas películas has visto que le caguen en la cara a un personaje? Qué arte ni qué pollas. ¡Mierda en la cara! Eso sí que estimula el coco. Por cierto, hablando de estimular... ¿no tendrás por ahí un gramillo?
SD: Pues sí, justo llevo una papelina aquí. Mira, y con el careto de la Angelina Jolie.
DJM: Joder, me encanta el cine.
SD: Y a mí, y a mí.

miércoles, 17 de junio de 2009

Terminator Salvation

Lo de situar la acción en plena guerra contra las máquinas era una vieja demanda de los fans de la saga Terminator. Sin embargo, vistos los resultados de esta cuarta parte que, efectivamente, narra el enfrentamiento futuro entre humanos y cacharros, queda claro que pasearse por los aledaños de la trama se convierte en un peligroso error de cálculo. O no, ya que la traición al espíritu de la serie es tan flagrante que uno se pregunta si no será intencionada, si no se habrá planteado este Terminator Salvation más como un spin off que como una secuela.

Y es que en las partes anteriores, ese futuro apocalíptico que aparecía de manera puntual actuaba como pesada sombra, como amenaza latente que permitía dotar de urgencia a las aventuras del presente destinadas a evitar ese mañana de destrucción. Ahora nos encontramos inmersos en eso que temíamos y que, como todo truco de prestidigitación que se desvela, pierde bastante gracia. Más que nada porque desprende la sensación de que no nace de la propia lógica del universo de ficción creador por James Cameron, sino que es el resultado de estirar un chicle al que ya se le sacó todo el gusto y elasticidad en Terminator 3: La rebelión de las máquinas. Para dejarlo más claro, esta cuarta parte es a la saga lo que los dibujillos de las guerras clon a Star Wars: una jugada errónea que se inventa vericuetos y derivaciones, que amplía de manera barrocamente innecesaria todo lo expuesto, con meridiana y rectilínea precisión, en las cintas anteriores. O sea, bienvenidos a los aledaños, como les decía al principio.

El director McG actúa en consecuencia y pone toda su adrenalina visual al servicio de lo que, en el fondo, no es más que un film bélico. Le da a todo un tono muy terroso, sin ocultar su deuda con el look de videojuegos del estilo Medal of Honor, y se olvida de las paradojas temporales que tantas horas de asueto especulativo nos dieron en partes anteriores. Aquí se va directo al grano, sin justificar más de lo necesario los líos de los bucles temporales, amparándose quizás en la carta blanca que dan las nuevas teorías de las realidades paralelas y que mucho más sabiamente supo explotar la nueva entrega de Star Trek.

El problema es que, como peliculilla de guerra carece de épica, y perece atrapada en la fascinación por lo metálico. Producto de ese paseo por los aledaños ya comentado, Terminator Salvation babea con el aspecto cromado de las máquinas, pero el pálpito humano, lo que supuestamente algunas de esas máquinas llevan dentro, es pálido como el tono general de la fotografía. Por momentos, uno no sabe si está viendo máquinas que destruyen trágicamente nuestro futuro o una visita inesperada de los cochambrosos Transformers que tan penosamente ha resucitado el Spielberg en versión pesetera. Para más inri, esa veneración de los pistones y los cablecitos se traslada a la acción y las pertinentes persecuciones avanzan con la precisión de una escalera mecánica: sí, te suben de una planta a otra... pero esa nueva planta resulta no ser demasiado diferente de la anterior, con lo que todo queda en la ascensión propia de un orgasmillo de segunda. Son los problemas de lo mecánico: se nota que, a diferencia de la segunda parte (sin duda, la mejor de todas), la acción, el movimiento perpetuo ya no son el sentido último del film. Ahora, aquí las cosas corren y explotan porque toca, no porque se necesite para algo más que llenar metraje y darle al decibelio.

Vale, los que ya han visto el film me dirán que estoy obviando interesadamente el conflicto emocional que viven los personajes y que pretende reflexionar sobre la condición humana y el poder de las emociones. Ciertamente, algo de eso creí percibir en el argumento de la peli, pero nada de eso me llegó a rozar el corazoncillo, por mucho que este órgano vital tenga una importancia trascendental en el argumento. De hecho, toda esta parte (a priori, la más interesante y coherente con la saga) se presenta como un pegote irrisorio y discursivo que únicamente parece pensado para que Christian Bale ponga su eterna cara de actor shakespeariano (ya nos empiezas a cansar, muchachote). Lo cual, naturalmente, chirría en un mecanismo que, desde su propia concepción, optó por venerar y enfatizar la fascinación por la grasa terminator en lugar de intentar capturar el bombeo y el calor de la sangre humana.

Del pachucho clímax final no diremos nada para no hacer leña del árbol caído, pero permítanme hacer una referencia (y si no quieren saber más de la cuenta, no sigan leyendo) al cameo estelar de Schwarzenegger (o su clon digital). Es una muestra más de la espectacularidad gratuita que campa a sus anchas por una cinta que pretende encontrar su propio camino, pero que continuamente se encuentra con los mismos palos en las ruedas: las tres películas anteriores.

martes, 16 de junio de 2009

Taquilla española del 12 al 14 de junio

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lunes, 15 de junio de 2009

Eva Mendes en "Cleaner"

"TODOS TENEMOS NUESTROS SECRETOS"

(Todos, incluso esta películilla, que esconde bajo su apariencia de obra prescindible algún que otro fulgor de buen cine. Sin embargo, el secreto de Cleaner al que nos referimos no se esconde en la trama, que tratándose de un thriller está, obviamente, plagadita de pistas falsas y sorpresas. El secreto de Cleaner está en la ajustada manera cómo, sin apartarse de su condición, sin estirar más el brazo que la manga, consigue dotar de cierta personalidad lo que no es más que un producto del montón nacido para formar parte de algún futuro pack de DVDs de acción. Sus costuras, su patronaje, son los de la serie B, y de haber intentado darle otro lustre, Cleaner se hubiese descosido de manera ridícula. El director Renny Harlin lo sabe y, sin forzar la máquina, pone todo su empeño en hacer buen cine para el olvido, entretenimiento efímero pero consistente. Ese es el secreto de Cleaner.

Ese y, naturalmente, Samuel L. Jackson, actor de la escuela que, haciéndome el graciosillo, he dado en llamar "salvapantallas" y que, curiosamente, encabeza junto a otro colega de profesión y raza: Morgan Freeman. Y es que coges al bueno de Samuel y lo colocas en el pestiño más supino que pueda imaginarse y, oye, pues como que el desastre no parece tan evidente. En este caso, además, como mínimo existe un personaje con entidad (un encargado de limpiar escenas de crímenes cuya eficacia, sin embargo, no le permite limpiar las manchas de su pasado) y un enigma criminal que se integra bien en los secretos que, como dice Eva Mendes, envuelven a todos los personajes.

De acuerdo, su discursete sobre la familia y la amistad está a los niveles de imbecilidad típicos del cine yanqui en su versión moralisticobíblica, pero realmente da la sensación que ese peaje es tan inevitable como los de las autopistas catalanas: hoy por hoy o lo pagas o no circulas por las vías rápidas del mainstream. Una lástima, desde luego, pero acostumbrados como estamos a ver tanto cineasta poniendo la directa para ser lo más rancio, baboso, efectista y vulgar posible, da cierta alegría encontrarse con un Renny Harlin que prefiere bajar las revoluciones del motor, ir por el carril de la derecha y enfilar la autopista del cine de usar y tirar con la dignidad del que, por lo menos, sabe a dónde quiere llegar.)

miércoles, 10 de junio de 2009

Taquilla española del 5 al 7 de junio

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miércoles, 3 de junio de 2009

Millennium I

Cojan a un par de investigadores con el carisma de vacaciones (qué quieren, son nórdicos); háganlos deambular por una intriga con menos enjundia que una misión de Mortadelo y Filemón y tendrán las claves del prolongado bostezo que provoca este Millennium I que, en breve, amenaza con dos partes más. Naturalmente, la falta de carisma y la poca enjundia son accidentales ya que esta adaptación del best-seller Los hombres que no amaban a las mujeres se pretende grande, profunda, elegante y europea, que es lo que se dice cuando uno no sabe, como en realidad pretende aunque sea con la boquita pequeña, aplicar los esquemas del nuevo thriller estadounidense. Y, de este modo, durante unas interminables dos horas y media, el director y sus despistados actores se pasean por situaciones escabrosas que intentan mantener despierto al espectador, aunque para ello deban pagar el precio de caer en ese histrionismo de opereta que confunde exageración con intensidad.

Vaya, que la peli no le pilla nunca el tono al asunto: durante una hora se simultanea la exposición de una intriga (un periodista investiga la muerte de una joven rica víctima, según parece, de un familiar) con el relato de la vida perra de una detective fan de los Tokio Hotel. El espectador que no ha leído el libro infiere que periodista y detective acabarán coincidiendo, pero no puede evitar el asombro y el tedio ante esa historia paralela que, de tan mal explicada y de tan mal encajada en el argumento, nada aporta y mucho entorpece a las motivaciones (?) y sentimientos (??) que, más adelante, forjarán las bases de nuestra parejita investigadora.

Pues bien, una hora después de visitar con demasiada asiduidad las manecillas del reloj, el espectador por fin percibirá que la máquina se pone en marcha y que, pese a no creernos ni por activa ni por pasiva que a alguien le importe realmente lo que pasó con la desaparecida, las piezas empiezan a encajar. El problema es que, quizás acuciados por el tiempo, y con sesenta minutos de metraje ya alegremente malgastados, los responsables del film ponen el turbo al asunto y, ordenador e internet mediante, todo se va aclarando a una velocidad pasmosa. Lo cual demuestra que la web se ha convertido en el recurso del guionista gandul y lo cual, a su vez, aleja ya definitivamente al público de una intriga que entra peligrosamente en el terreno del "¡cómo no lo vi antes!". ¿Que cuál es el terreno del "¡cómo no lo vi antes!"? Pues se trata de casi un subgénero dentro del thriller cutre que consiste, sin ton ni son, en descubrir todo el intríngulis de un misterio en tres segundillos y tras exclamar, habitualmente por parte del investigador, una frase idéntica o similar a "!cómo no lo vi antes¡". La respuesta es obvia: no lo viste antes porque no había pistas sólidas para verlo, pero el guionista de turno debe tener hora para el dentista y conviene ir acabando, con lo cual el espectador, decepcionado ya en su totalidad, se repanchinga en la butaca a la espera de que, cuando a los señoritos les interese y no cuando la lógica argumental o dramática lo exija, se vayan solucionados los enigmas.

El caso que se investiga en Millennium es, en definitiva, más bien fofo. Solo falta añadirle la fofedad de los personajes (los buenos, supuestamente heridos emocionalmente; los sospechosos, menos intrigantes que un puzzle de tres piezas) para que la película se desmorone como un castillo de arena. Y lo peor es que se desmorona ya desde el primer tercio de la función, con lo que la perspectiva de tener que aguantar el asunto una hora y media más deja k.o. al cinéfilo más voluntarioso.

Todo el problema, sin embargo, no creo que proceda del andamiaje de la intriga (algunos recursos, como las fotos de época, están muy bien aprovechados para crear puntuales momentos de inquietud visual), sino de la evidente dislocación de intenciones: a los creadores del film no les preocupa en el fondo las interioridades de la investigación, sino sus derivaciones morales. Desgraciadamente, son incapaces de armar un discurso sólido sobre el tema y, aunque uno intuye ya muy al final de este calvario fílmico que la cosa va, efectivamente, de reflexionar sobre un mundo en el que los hombres no aman a las mujeres, se encuentra en realidad con un sopicaldo aguado cuya insulsez pretende disimularse a base de tropezones de violencia física y emocional. Una violencia a la cual unas veces le falta un hervor y otras está tan cocinada en fogón grande que, en vez de quemar, se le ha pasado el punto hasta perder todo su sabor.

martes, 2 de junio de 2009

Taquilla española del 29 al 31 de mayo

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