jueves, 9 de octubre de 2008

Sangre de Mayo

Vaya cara se le debió quedar a la pobre Espe al ver lo que José Luis Garci había pergeñado con los dinerillos de su tele, o sea, Telemadrid. La aguerrida Aguirre quería hacer de 2008 el Año del Recuerdo Épico, la celebración inflada de patriotería que debía recordar a las nuevas generaciones cómo los españoles -personificados en fervorosos madrileños- lucharon unidos hace doscientos años contra el invasor francés. Y va Garci y le monta Sangre de Mayo, una folletín de aromas zarzueleros, épica de cartón piedra y, para colmo, impregnado de una esquinada reflexión sobre lo brutotes que somos los españoles solucionándolo todo. En definitiva, que de gran momento histórico, poco: nos viene a decir Garci que sí, expulsamos a los franceses, pero con ellos se fue también el pensamiento ilustrado. Y no es necesario que les recuerde cómo nos han ido las cosas desde entonces...

Pero tampoco seamos espléndidos. La reflexión socio-histórico-política de Garci es de un superficial que espanta y, ni de lejos, tiene el valor de defender su tesis con contundencia (como hacía Rohmer con la Revolución Francesa en La inglesa y el duque) o, cuanto menos, con la claridad crítica de la infravalorada Los fantasmas de Goya. Eso sí, comparte con el film de Milos Forman un olor a naftalina que tira para atrás. Porque Sangre de mayo es cine rancio, rancio, con decorados que parecen extraídos de la subasta del Un, dos, tres y con vergonzosas escenas de masas que, en realidad, más parecen tumultillos de fans en la Gran Vía con motivo de la visita promocional de los Jonas Brothers. Tanto presupuesto, y tan mal aprovechado...

Y es que el gran problema de Sangre de Mayo no es tanto que su visión histórica y/o didáctica sea más dispersa que un monólogo de Pocholo. El gran problema es que, como película, tarda casi dos horas en decidirse por ser algo: y ese algo no es un fresco histórico, aunque se dedique un buen rato a mostrarnos todo el diseño de interiores de la Corte Española para, en el fondo, no explicarnos nada de nada sobre las intrigas cortesanas; Sangre de Mayo no es ni tan siquiera un retrato del alma popular madrileña, por mucho uso y abuso de cierto costumbrismo cañí basado en acumular nombres y referencias enciclopédicas que, supongo, están puestas ahí para que Garci y su guionista Horacio Valcárcel nos vacilen con lo mucho que saben. No, resulta que después de hora y media de marear la perdiz y sacar a pasear todo el fondo de armario de la sastra Lourdes de Orduña, lo que realmente quiere ser Sangre de Mayo es... ¡una historia de amor entre los personajes de Quim Gutiérrez y Paula Echevarría! Pero ni así, oiga: entre que el estilo interpretativo en plan "ey, colegui" de Gutiérrez chirría en medio de tanto encorsetamiento academicista, y que la pobre Paula lo mejor que sabe hacer es ser la pareja de Bustamante, esta pasión de Mayo no la levanta ni todos los millones de Esperancita Aguirre. Eso sí, por si las moscas, Garci acaba su película con imágenes idílicas del Madrid actual, aunque visto lo visto, no me queda claro si se trata de rendir pleitesía a la política de la presidenta o de echarle un capote a su gran "amigo" Gallardón. ¡Ay, que traviesote eres, José Luis!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Larga vida al doctor maligno

Sergio dijo...

Vaya vaya, un blog donde podrás esplaiarte lo máximo con tus críticas constructivas. Felicidades!
Aunque veo que te ha costado tu puesto de trabajo...En serio te han hechado del Que Fem? Esta claro cada día necesitan a menos gente con talento entre sus filas. Bueno animo y a por todas (las pelis, sobretodo si son españolas).

Saludos!!