lunes, 1 de diciembre de 2008

La cuestión humana


Cinco motivos para verla

1. Por absorbente:
Al principio, puede resultar arduo sumergirse en las oscurísimas aguas de esta trama de arranque hitchcokiano y desenlace abstracto. Pero poco a poco la densidad de sus atmósferas, a veces descolocantemente histriónicas, a veces hipnóticamente estancadas en la pura contemplación, acaban atrapándonos y llevándonos de manera precisa al corazón de las tinieblas de la trama. En la investigación que le encomiendan a un psicólogo de empresa hay algo de las pesquisas de Ciudadano Kane, pero pronto las pistas dejan de apuntar a Rosebud. Mientras intenta discernir qué provoca los extraños comportamientos de su director general, el protagonista hará más bien un viaje similar al de Apocalypse Now y con destino hacia la parte más salvaje del ser humano.

2.
Por contundente:

Esa parte salvaje que vamos descubriendo no tiene, como en el caso de la película de Coppola, una ritualización tribal. Aquí, los ritos de sumisión y poder se articulan a través de los mecanismos de funcionamiento de las empresas capitalistas y sus departamentos de recursos humanos. Pero la cuestión humana que plantea La cuestión humana no sería solo una necesaria (pero, en el fondo coyuntural y anecdótica) crítica a la moral capitalista ya que apenas vemos cómo es la vida laboral. La cuestión que nos plantea sobre la humanidad es si podremos alguna vez superar el grado de perversión absoluta personificada en el Holocausto. El film de Nicolas Klotz, que habla de las heridas de la memoria acercándose a veces a Philippe Garrel, nos enfrenta directamente a una conclusión realmente impactante y dolorosa: quizás no todo acabó con la liberación de los campos de concentración. Quizás los modelos de sociedad construidos a partir de aquella infamia nacieron perversamente contaminados del fundamento nazi: aquel que reduce la cuestión (o la condición) humana a la nada.

3.
Por inquietante:
Sería muy fácil caer en el discursismo, pero si La cuestión humana es una película de rigor pocas veces visto en la pantalla es porque utiliza el cine para plantear, además de las reflexiones sociales e históricas ya comentadas, otra pregunta de calado: ¿cómo el arte (en este caso, el cine) puede representar el horror de lo irrepresentable? Y a su manera, la cinta encuentra sus propias respuestas huyendo radicalmente de la "representación" (que son la base de La lista de Schindler o la reciente El niño con el pijama de rayas) para apuntarse a la "impresión". El horror conceptual del nazismo no se ve, flota en los despachos de la empresa para la que trabaja el protagonista, y altera caóticamente su propia vida. Con recursos visuales que pueden recordar a David Lynch, y con un elegantísimo y a la vez frío, casi quirúrgico, estilo pictórico enraizado en el surrealismo más onírico, La cuestión humana es en realidad una película de terror. Una película que, sobre todo en su segunda mitad, cuando todas las piezas del puzzle empiezan a encajar, es capaz de transformar cualquier actividad laboral cotidiana en un acto marcado por la sombra de la "ética" maquinal nazi.

4.
Por el estilo interpretativo:

Todos actúan marcados por una extrema concisión inexpresiva, pues ellos también son parte de esa visión analítica del mundo que, como en algún momento verbaliza el director de la empresa, considera a los "trabajadores" como asépticas "unidades productivas". Visualmente, los personajes suelen aparecer mirando a cámara, quietos y aislados en fondos lisos y monocromos, casi deshumanizados. No obstante, este orden se va resquebrajando de manera sutil con el avance de la investigación, y el rostro vampírico y duro del protagonista (un espléndido Mathieu Amalric) va descomponiéndose a medida que descubre no tanto los secretos de su empresa como la podredumbre de los valores que han sustentado su vida. Que sustentan el mundo que le ha tocado vivir.

5.
Por la música:

Juega un papel fundamental a dos niveles: en la propia trama (la creación de una orquesta de trabajadores es la coartada que utiliza el protagonista para ir metiendo las narices por la empresa) y a un nivel más conceptual. La música es lo que nos hace humanos, lo que nos diferencia de las animales, pero aquí no es signo de civilización. La música en La cuestión humana, en tanto que creación nacida de lo más íntimo de nuestra especie, es la llave que abre las puertas más ocultas de la condición humana. Y bien sea a ritmo de los New Order, a través del trance provocado por la música rave o mediante la perfección matemática de un cuarteto de cuerda, algo incontrolado de nosotros mismos se desencadena en el momento de la escucha. A destacar, además, la partitura compuesta por Syd Matters, que ayuda con sus canciones de inquietante fragilidad a envolver, aún más, la película de la neblina de las pesadillas.

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